viernes, 28 de noviembre de 2014

La conquista

Se despertó de madrugada, una vez más. Se abrigo lo más que pudo, para que nada más allá de la percepción tomase protagonismo en la escena y se dispuso a subir a la cima de aquella, su casa, se sentó, dejo la mente en blanco , la liberó del lastre, que el cuerpo suponía y se limitó a ver una más vez como él pasaba.
 Él que ya la conocía, una vez más intento impresionarla. Sumisa en esa amalgama sensorial, apreciaba la belleza de aquella actuación. Si bien es cierto que el frío, celoso azotaba sus mejillas; sin embargo todo esfuerzo, era inútil para sacarla de aquel estado. Suavemente, con cierto aire de timidez, comenzó arrojar aquellos colores, que tanto la cautivaban, cada vez más, cada vez más fuertes, ascendiendo en su grandeza tras reclamar su atención, hasta aquel punto, que tanto ella disfrutaba, en el que mirando incluso en el más frío de los meses ella sentía calor, colores teñidos de euforia, que hacían su entrada por su mirada y ávidamente colonizaban todo su cuerpo, hasta envolverla en el goce, el placer, aquel placer estético que tanto le aportaba. Colores embellecidos, remarcados por la acción del contraste, con las siluetas cada vez más oscuras, con el fin de alejarla de cualquier elemento que la llevase, de la evasión, a la rutina. 

Dada su experiencia y su interés conquistador, no podía emplear sólo una de sus armas, no, ella era exigente, aquello sólo no valdría. Es por esto que en paralelo a aquel espectáculo visual, se dispuso a elevarla en una nube sonora; uno a uno iba despertando, a cada integrante, de aquel mágico ambiente, para llamar de nuevo su atención, e incluso la irá de aquel frío celoso jugaba a su favor. Los que podían, secretaban aromas, aromas de deseo, aromas de amanecer.

Llego así una vez al punto más alto de aquella experiencia durante unos segundos se sintió envuelta, sintió flotar, incluso le era difícil respirar, era tal la sensación que sentía que la tocaba, sentía la solidez de aquellos colores, la suavidad y ligereza de los sonidos, es entonces cuando sonreía. Todo entonces se acababa, la labor de él había terminado; no obstante si algo no dudaba era que ese último gesto, era augurio de vuelta, volvería a verla, así, solo los dos. Le deseaba un buen día y finalizaba su ascensión.


 
 
 
 

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